El Gobierno Municipal se hizo cargo del comedor comunitario “La Casa de Marcelo”, la medida se da en un marco de controversia, ya que, 15 años después, las mujeres que incansablemente trabajaron para dar un servicio solidario a niños y adultos carenciados no fueron escuchadas en sus reclamos de percibir un salario y cobertura digna por parte de un municipio que está sobrecargado de personal.
15 años pasaron. Aquello que tuvo origen para paliar el hambre de los que menos tienen, en una época muy difícil para nuestro país hoy pasa a manos del Gobierno Municipal. La medida podría ser para celebrar, pues que mejor que el estado local tome cartas en el asunto en temas tan delicados y se interese e involucre en las políticas solidarias.
Sin embargo, la medida ha tomado un bando negativo y de repudio en algún aspecto pues, aquellas 5 mujeres que hace 15 años que llevaron a flote este navío de ayuda comunitaria como lo es “La Casa de Marcelo”, han quedado fuera de toda consideración a raíz de su reclamo.
Ana Moran, Julia Fornero, María Reinoso, Marilín González, Mariela Gonzales; son las 5 mujeres que pusieron su grano de arena para intentar solventar la brecha social y económica que forma parte de la realidad diaria de una sociedad injusta. Las mismas tuvieron que tomar la drástica decisión de entregar la llave de sus logros a base de oficio, por no haber sido escuchado su reclamo. El mismo consistía de un salario y una cobertura digna, algo que después de trabajar 15 años a destajo, seguramente estará en sus merecimientos.
Es menester desde todo aspecto aclarar que la lucha de estas mujeres no es algo nuevo, que le compete solo a la nueva gestión gubernamental municipal. El reclamo viene pasado por alto desde hace bastante tiempo. El desgaste temporal ante oídos sordos habrá encontrado su ocaso en la actualidad, lo que quebrantó las voluntades de las mismas.
La versión oficial no oculta ni desconoce que las mujeres que trabajaron 15 años dándole de comer a un gran número de niños con necesidades tengan la necesidad de formar parte de la planta permanente del personal municipal, ni que no merezcan dicho resarcimiento. No obstante, el Intendente dejó en claro más de una vez que el Municipio está superpoblado y se lleva más de 8 millones de pesos en sueldos. El ideal de cantidad de personal municipal está, según su punto de vista, excedido casi en un 40% y es imposible estabilizarlo ya que para hacerlo habría que dejar sin trabajo a cientos de personas, además de pagar los costos de despidos. Desde esa versión, el municipio se ata las manos a la hora de esquivar la contratación de personal permanente.
Si bien parece una versión válida, bien es sabido que en absolutamente todas las gestiones se ha incorporado nuevo personal, a veces a mansalva y con muchas dudas sobre la capacidad de ciertos ciudadanos en cuanto a lo que puedan aportar al servicio público. Dicho en forma criolla, en todas las gestiones encontramos el ingreso de “parientes”, “amigos”, “amigos del amigo”, nuevas secretarias, secretario del secretario del secretario, etc.
Así, inventando puestos, encargando a 3 personas algo que podría resolver solo una, es como se lleva a cabo la ralentización del sistema burocrático y es una de las formas más sencillas de mantener individuos a costa de los impuestos que la ciudadanía le paga al estado. Si uno se pregunta porque un trámite es a veces tan lento, la respuesta radica en que el mismo a veces pasa por más manos de las que debería. Pues burocracia es una palabra que debería significar algo así como asentar o archivar cierto trámite o movimiento en determinado sistema (es una definición muy vulgar, para que la entienda el lector), sin embargo, hoy burocracia es una mala palabra, sinónimo de largas filas y esperas.
Claro está, que la lucha de estas mujeres es, al menos desde la vidriera, más que justa. Que las mismas merecen ser, por su trabajo, parte del personal permanente del municipio ya que brindan con eficacia un bien público que permite a la ciudadanía mostrar un lado solidario que a veces es difícil de encontrar. No cabe duda de que el sistema laboral y sus aristas se vuelve injusto en casos como estos, cuando personas que trabajaron incansablemente por el bien de alguien mas no puedan ser reconocidas y blanqueadas a causa de que “el primo de alguien”, por atender un teléfono, se esté llevando la porción de la torta que le corresponde al laburante.
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